¡Campeones! , ¡Campeones! ¡Oé!, ¡Oé!

¡Campeones!, ¡Campeones!, ¡Oé!, ¡Oé!, ¡Oé! Es indescriptible la emoción y la alegría desbordante cuando se gana una Copa Davis.

El viernes, me quedé impresionada con la situación del Palau Sant Jordi, se encuentra en un gran parque, con unas preciosas vistas a Barcelona. El acceso muy fácil andando, con escaleras mecánicas desde detrás del Palacio de Montjuïc. La entrada al recinto inmejorable, sin colas, ni aglomeraciones. El interior, con muy buena visibilidad a la pista, sin estorbar las luces y con gran climatización, así se aguantan 7 horas de tenis.



Nadal empezó con muchos nervios, pensé incluso que se podría perder la eliminatoria, pero en el segundo set resurgió el jugador que nos tiene mal acostumbrados a tantos y tantos triunfos, nos devuelve la confianza de ser invencible, ya respiro tranquila.



Teníamos al lado a aficionados checos con cara de alegría y esperanza, (por cierto, con una banda de música muy ruidosa), y así abordamos el segundo partido. Los checos ya se relamían con el resultado de 2 set a 0 a favor de Stepanek (el rey de las dejadas). El milagro se produce cuando David visita los aseos, ¿Qué le dice el espejo para que se crea el dueño de la pista?. Remonta, cuando ya se ha vaciado medio estadio dando el partido por perdido, y pone la eliminatoria 2-0 a favor de España. Mis vecinos checos hundidos en sus asientos.




El sábado, completamente lleno el pabellón, con la tranquilidad de tener un buen colchón, Verdasco realiza un juego impecable desde fondo de pista, y por supuesto resolviendo los saques de Feliciano en la red. Feli a disposición de Fer, que también es de agradecer cuando no se tiene mucho acierto.

Emoción a tope con el tie break del primer set, cambiaba de dueño en un abrir y cerrar de ojos. El público empuja y se gana el set, partido y eliminatoria. Antes del último juego, se cantaba el titulo del post.