En el último torneo, en el segundo o tercer hoyo que estaba jugando:
- Jugadora A. ¡Se te da bien el putt!.
- Jugadora B. Sí, es verdad que lo hago bastante bien. Es un golpe que tengo natural. (¡Ya, sobraba darse importancia!).
- Jugadora A. Empiezo a temblar cuando llego al green y tengo que embocar.
- Jugadora B. (Y en plan maestra). Intento dibujar una línea imaginaria desde el palo al hoyo, y cuando la veo clara, elevo el putt despacio, sin demasiado ángulo con el suelo y trato de acompañar un poco el recorrido de la bola.
- Jugadora A. Parece muy fácil.
- Jugadora B. (Para rematar la listilla). He observado que al iniciar el golpe, elevas demasiado el putt y el punto de contacto con la bola es escaso.
¿Sabéis cómo jugué en el resto de los green?.
Me puse presión queriendo demostrar lo buena pateadora que soy, y parecía que con cada golpe ganaría (recordando el libro El golfista y el Millonario), reconocimiento y estima. Así que, los músculos se tensaron, perdí concentración y el resultado 3 golpes en cada green.
Conclusión, humildad y no creerse los halagos, por lo menos hasta terminar la partida.
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